No tengo fuerzas para seguir… pero sigo por gracia
- Por valentina Blanco

- 30 nov
- 2 Min. de lectura

La noche estaba silenciosa, pero mi corazón no. Me senté al borde de la cama sin decir una palabra. No lloraba, pero tampoco podía orar. Sentía esa mezcla extraña de cansancio físico, emocional y espiritual que no se explica fácilmente.
Era uno de esos días donde uno piensa:
“Señor, no puedo más… ¿cómo se supone que siga?”
Y sin embargo, ahí estaba yo: respirando, avanzando, intentando poner un pie delante del otro, aun cuando mi alma quería detenerse. Fue entonces cuando entendí algo que cambió mi manera de ver el cansancio:
No sigo porque soy fuerte.
Sigo porque la gracia me empuja cuando mis fuerzas no alcanzan.
Cuando el alma se agota
Hay un cansancio que el cuerpo siente, pero hay otro más profundo: el cansancio del alma. Ese que aparece cuando llevas mucho tiempo luchando, resistiendo, orando, cargando preocupaciones, o enfrentando situaciones que parecen no moverse ni un milímetro.
En ese estado, la vocecita interna susurra:
“Ya no puedo”.
Y es verdad. No puedes. Yo tampoco.
Pero ahí es donde el evangelio se vuelve gloriosamente real.
La fuerza que no viene de ti
La Biblia no nos pide demostrar fortaleza, sino depender de Cristo. Pablo lo dijo de manera desgarradoramente honesta:
“Cuando soy débil, entonces soy fuerte” (2 Cor. 12:10).
No porque la debilidad tenga algo de especial, sino porque es el espacio donde la gracia hace su obra.
Donde tus fuerzas terminan, las suyas recién comienzan.
La gracia que sostiene pasos cansados
A veces seguimos sin ganas. Otras seguimos sin claridad. Y muchas veces seguimos sin fuerzas.
Pero seguimos porque:
Dios sostiene cuando las manos tiemblan.
Dios consuela cuando el alma pesa.
Dios fortalece cuando el cuerpo se rinde.
Dios guía cuando la mente se confunde.
Si hoy estás luchando por mantenerte de pie, quiero decirte algo con ternura y verdad:
No estás avanzando por tu mérito.
Estás avanzando porque la gracia de Dios te está cargando.
Querida hermana,
No, no tienes todas las fuerzas.
No, no te sientes capaz.
No, no sabes cómo terminar este camino.
Pero aun así sigues.
Y sigues porque la misma mano que te llamó… es la misma que te sostiene.
La gracia no te deja caer.
La gracia no te suelta.
La gracia no solo te acompaña: te arrastra amorosamente hacia adelante.
A veces cansada.
A veces rota.
Pero nunca sola.



Gracias por tu fuerza señor gracias por recordarme que no estoy sola y que no soy yo.
Vos no sabes lo importante que esto para mí. Dios te siga usando.
Necesitaba escuchar esto. Dios la bendiga