La noche estaba silenciosa, pero mi corazón no. Me senté al borde de la cama sin decir una palabra. No lloraba, pero tampoco podía orar. Sentía esa mezcla extraña de cansancio físico, emocional y espiritual que no se explica fácilmente. Era uno de esos días donde uno piensa: “Señor, no puedo más… ¿cómo se supone que siga?” Y sin embargo, ahí estaba yo: respirando, avanzando, intentando poner un pie delante del otro, aun cuando mi alma quería detenerse. Fue entonces cuando ent