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Soy una esposa de pastor y ya quiero desistir: ¿Es este realmente mi llamado?

  • Foto del escritor: Por valentina Blanco
    Por valentina Blanco
  • 17 ene
  • 3 Min. de lectura

Mariana se sentó en la banca de la iglesia después de que el último feligrés se despidiera. Su esposo, el pastor Juan Camilo, estaba aún en su oficina preparando el sermón del domingo. Afuera, la luna iluminaba el templo vacío, reflejando su alma agotada.


—No puedo más, Señor… No sé si este llamado es para mí —susurró con lágrimas en los ojos.


Llevaban diez años en el ministerio, pero las críticas de la congregación, la falta de tiempo en familia y el peso de las expectativas habían erosionado su ánimo. Se sentía sola, incomprendida y exhausta. A veces, anhelaba una vida más simple, lejos de la presión de ser “la esposa del pastor”.


Esa noche, al llegar a casa, decidió hablar con su esposo.


—Juan, siento que ya no puedo más. No sé si Dios realmente me llamó a esto…


Él la miró con amor y tristeza, comprendiendo su dolor. Tomó su mano y le dijo:


—No estás sola, amor. Dios no te llamó a ser perfecta, sino a ser fiel.


Mariana rompió en llanto. En su corazón, sabía que la lucha no era solo contra las circunstancias, sino contra el desgaste espiritual que había descuidado.


Esta es una historia que vemos o escuchamos muchas veces, Gracias a Mariana por compartirnos este momento tan íntimo.


Ser esposa de pastor es un privilegio, pero también una carga. No es un título de honor humano, sino un ministerio silencioso y demandante. Muchas mujeres sienten la presión de ser el pilar inquebrantable de su esposo, la madre ejemplar, la hermana amorosa de la congregación, la organizadora de eventos y, además, una creyente ferviente y sin dudas.


Sin embargo, la Biblia nunca exige que la esposa de un pastor sea una mujer sobrehumana. Dios nos llama a la fidelidad, no a la perfección.


  1. Recuerda que tu identidad está en Cristo, no en tu rol ministerial


El mayor error que muchas esposas de pastores cometen es definir su valor por lo que hacen en la iglesia. Pero nuestra identidad está en Cristo, no en los títulos o funciones que desempeñamos.


"Con Cristo estoy juntamente crucificada, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí." (Gálatas 2:20)

Tú eres amada por Dios no porque seas la esposa de un pastor, sino porque eres Su hija redimida.


  1. No lleves cargas que Dios no te ha puesto


Dios nunca diseñó el ministerio para que lo llevaras en tus propias fuerzas. Es normal sentirse cansada, pero el problema viene cuando intentamos hacerlo todo sin depender de Él.


"Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar." (Mateo 11:28)

Mariana entendió que estaba tratando de complacer a todos menos a Dios. Había descuidado su tiempo de comunión con Él, su descanso y su hogar.


  1. Tu papel no es salvar la iglesia, sino ser ayuda idónea


El pastor es responsable de guiar la iglesia, pero su esposa no es su co-pastora. Su mayor labor es ser su ayuda idónea, su apoyo en oración, su refugio en casa.


"Levantáronse sus hijos y la llamaron bienaventurada; y su marido también la alabó." (Proverbios 31:28)

Dios no te pide que seas la líder de todas las mujeres ni la solución a todos los problemas. Te llama a ser la ayuda adecuada para tu esposo y una mujer piadosa.


Si alguna vez has sentido que este llamado es demasiado para ti, no estás sola. Muchas esposas de pastores han pasado por esto. Lo importante es recordar que Dios no te dejó sola en este ministerio.


Habla con tu esposo. Refuerza tu relación con Dios. Busca una comunidad de apoyo. Y sobre todo, descansa en la gracia de Cristo.


No te llames a ti misma “inadecuada” cuando Dios te ha llamado a estar allí. No te sobrecargues con lo que Él nunca te pidió que llevaras. No te alejes de Aquel que te sostiene.


Mariana entendió esto y, aunque los desafíos no desaparecieron, su perspectiva cambió. Ya no veía el ministerio como una cárcel, sino como un campo de misión donde Dios la sostenía día a día.


"Fiel es el que os llama, el cual también lo hará." (1 Tesalonicenses 5:24)

Si hoy sientes que quieres rendirte, no olvides que Dios no te llama a hacerlo todo, sino a confiar en Él.


No estás sola. Dios sigue escribiendo tu historia.


(Gracias Mary por compartir, te llevamos en nuestras oraciones.)

 
 
 

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